martes, 13 de mayo de 2014

DOS VOCES, PERO UNA VISIÓN COMPARTIDA, EN TIEMPOS DE CRISIS

El Padre Patrick H. Daly es Secretario General de COMECE
Jorge Nuño Mayer es Secretario General de Cáritas Europa 

Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina. Con el sueño de los fundadores de la Comunidad Europea en mente, ambos secretarios generales consideran importante hablar del proyecto europeo: están convencidos de que, para darle un nuevo impulso, el proyecto necesita el compromiso renovado de todos los cristianos con responsabilidad.
P. Daly: El proyecto europeo es fruto de un sueño. Después de la pesadilla de la guerra, había que desterrarla para siempre y crear una sociedad en la que los ciudadanos se sintieran libres y vivieran en paz.  Setenta años después, el sueño de aquellos padres fundadores de la Unión Europea, la mayoría cristianos comprometidos que trabajaron sin descanso para hacer de esta visión una realidad social y política, es una realidad que, ciertamente, está yendo más lejos de lo que habían imaginado. Hace casi cuarenta años, cuando todavía era joven y universitario, me fui de Irlanda para seguir mis estudios en Bélgica, seducido también por este ideal europeo. Hoy, en 2014, la Unión Europea está en su tercera generación pero la crisis bancaria y económica  está ensombreciendo sus perspectivas.

Jorge Nuño Mayer: En efecto. Muchos europeos se han visto gravemente afectados por la crisis. Desde nuestra atalaya europea, Cáritas Europa constata día a día el sufrimiento de muchos ciudadanos. En España, mi país de origen, más del 50% de los jóvenes está sin trabajo. Y en Europa hay más desigualdad y pobreza que antes. Al mismo tiempo, cada vez hay más pobres que llegan a las puertas de Europa, buscando la manera de pasar la frontera. La quinta parte de la población mundial tiene hambre. Y mientras tanto, para los que están en poder, parece que lo único que cuenta son los números. ¡Pero no todo es cuestión de PIB y de crecimiento! Las previsiones económicas apuntan a que demasiados ciudadanos no encontrarán un empleo en las próximas décadas. En la Unión Europea la situación de emergencia es real: los pobres no pueden seguir esperando.
P. Daly: ¿Podemos atribuir la desastrosa situación en la que nos encontramos al hecho que se ha ido demasiado lejos en integración europea o a que no se ha hecho lo suficiente? Demos un paso atrás y repasemos los planes iniciales de los padres fundadores. Robert Schuman, Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer tenían un proyecto en mente basado en la paz y la solidaridad. Un proyecto que hundía sus raíces en unos valores cristianos. En el informe de COMECE A Europe of Values (2007) enumeramos estos valores. Al principio, la condición sine cua non para llevar adelante el proyecto era la reconciliación. Ahora, el auge del populismo en Europa demuestra que la reconciliación sigue sin poder darse por conseguida. Nuestra generación, y las generaciones de cristianos que nos sigan, tendrán que seguir trabajando arduamente y dar testimonio de los valores evangélicos que nos guían, empezando por nuestras parroquias, a lo largo y ancho del continente.
Jorge Nuño Mayer: ¡Desde luego! Si nosotros, alimentados por estos valores cristianos fundamentales, que se deben poner en valor no solo al entrar en la iglesia, pudiéramos asumir más responsabilidades en la sociedad a nivel europeo y que nuestra voz se oyera en las instancias políticas, en los negocios y en los órganos financieros, como se escucha en nuestros círculos eclesiásticos y en nuestras familias (la “iglesia doméstica” como la llamaba S. Juan Pablo II), podríamos dar un nuevo rostro a Europa. Si. Un cariz más humano. El ser humano tiene que volver a ser el centro en torno al cual giren las decisiones políticas y económicas europeas. Las empresas y el crecimiento deberían ponerse al servicio de esta misión. El objetivo último de cada decisión debería ser que sirva a todos y cada uno de nuestros ciudadanos.
P. Daly: Tienes razón. La pobreza es efectivamente uno de los muchos asaltos a la dignidad humana. La vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción hasta el de la muerte natural. No se trata de un derecho pasivo, algo que tengamos que padecer, al contrario. Cada ser humano, ciudadano europeo o emigrante, debería tener la oportunidad de desarrollarse integralmente. Cada uno tiene derecho a vivir su propia vida. Ciertamente, la educación, la salud, el trabajo (no sólo el empleo), la cultura son parámetros fundamentales en  nuestro desarrollo personal. El estricto cumplimiento del principio de subsidiariedad significa que todo ser humano debe ser respetado como se merece en la Unión Europea y en sus Estados miembros.

Jorge Nuño Mayer: ¡Por supuesto! La Unión Europea debería concentrarse en la consecución y defensa del bien común, y debe dejar que los ciudadanos participen todo lo posible en la construcción de esta comunidad de valores única que  es la Unión Europea. El bien común de mi entorno más cercano está unido a un bien común más amplio, el de todos los europeos. Si una decisión trae consigo más pobreza o sufrimiento en cualquier parte del mundo, entonces es que no es una buena decisión. Ya lo decía Montesquieu  “Si supiera algo que resultara útil a mi país y fuera prejudicial para Europa, o si fuera útil para Europa y perjudicial para el género humano, lo consideraría un crimen”.
Daly: En efecto, todos somos miembros de la única familia humana que existe, todos somos hermanos y hermanas de la misma. Y juntos compartimos la responsabilidad de la creación. El cambio climático es un tema fundamental para los católicos y contar con una política europea armonizada, compartida y que cuente con el apoyo de todos nos permitiría actuar con eficacia y evitar todo desastre potencial. En 2008 COMECE publicó un informe sobre el clima y el estilo de vida de los católicos. El mensaje era que deberíamos aspirar a vivir con menos.
Jorge Nuño Mayer: Exactamente. A largo plazo, templanza y austeridad son la manera más realista y más justa que debemos adoptar para seguir avanzando. Tenemos que hablar de todo eso entre nosotros: en nuestras familias, en nuestros vecindarios, en el trabajo. Deberíamos asegurarnos de que nuestros principios digan mucho sobre nuestras decisiones económicas y políticas. Nuestras sociedades tienen que ser más compasivas. No podemos hacer la vista gorda ante el sufrimiento de los demás, ya sean pobres, desempleados o sin techo. Debemos tener una actitud más afectuosa y acogedora para los desconocidos que viven en la pobreza, para los emigrantes o refugiados, también para los que son nuestros vecinos y que lo están pasando mal en estos tiempos de crisis. Un gesto tan sencillo como saludar con aprecio o dedicar un poco de nuestro tiempo a otro puede significar mucho, aunque no transforme radicalmente una vida.
P. Daly: Buscar una identidad Europea que corresponda a nuestros sueños pone la barra muy alta a los cristianos. Tenemos que mostrar una actitud abierta a los desconocidos, lo que al principio puede hacerse raro, comprometernos una y otra vez con nuestra la tradición católica, permanecer abiertos al diálogo como hiciera Jesús durante su sacerdocio. El Papa Francisco nos invita a todos a desarrollar una actitud nueva: “El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo.”
Jorge Nuño Mayer: Este era precisamente el espíritu original del proyecto europeo y de ese camino hacia la integración iniciado en 1950. Este espíritu será el que nos permitirá romper los lazos con nuestras individualistas formas de vida, centradas sobre todo en consumir, y abrirnos al desconocido. Yo soy el guardián de mi hermano. Tengo que ayudar activamente a conseguir el bienestar de mi prójimo. Eso sí, la idea de prójimo debe entenderse de otra manera en una sociedad plural y multicultural. Como el santo Juan Pablo II nos recordaba: “Europa es apertura.”
P. Patrick H. Daly & Jorge Nuño Mayer: Pedimos a todos los cristianos que tengan una responsabilidad política, social o económica que reactiven el sueño europeo. Si los cristianos se comprometen personalmente con los valores que ocupan el núcleo central del proyecto europeo y la enseñanza social de la Iglesia, entonces ayudarán a construir un mundo mejor. Hay sitio para un sueño europeo, a nosotros nos corresponde hacerlo realidad.


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