jueves, 9 de octubre de 2014

NO DEJAR A LA FAMILIA SOLA, SINO SOSTENERLA EN SU CAMINO.

La 'Relatio ante disceptationem' del cardinal Peter Erdö:
anunciar la belleza de la familia que a pesar de todo es escuela de humanidad
El cardenal Peter Erdö, relator general del Sínodo de los Obispos, fue el encargado de dar la relación previa a la discusión de los trabajos que iniciaron este lunes y finalizaran el domingo 19 de octubre. 
Los puntos principales de la exposición del cardenal fueron: mirar a la familia con esperanza y misericordia, anunciando su valor y su belleza, ya que no es un "modelo fuera de curso". Y a pesar de las dificultades y factores disgregadores, tales como el divorcio, el aborto, la violencia, la pobreza, el abuso, la pesadilla de la precariedad, el desequilibrio causado por las migraciones, la familia es siempre una "escuela de humanidad".
Sobre las situaciones maritales difíciles, recordó que Iglesia es una "casa paterna" y que los afectados deben sentirse amados por la comunidad eclesial, lo que no anula el compromisos matrimonial. Y que después de un divorcio, mientras el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo matrimonio reconocido por la Iglesia.
Indicó también que muchos matrimonios celebrados puede resultar no validos, y que la sentencia de nulidad debe evitar la impresión de un divorcio. Añadió que "es necesario examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter penitencial". Concluye que la propuesta del sínodo tiene que ir ''más allá del círculo de los católicos practicantes" y que es necesario volver  ''atractivo'' el mensaje cristiano respecto al matrimonio y la familia.
                                                                  ***
La Relatio ante disceptationem del cardenal Erdö, destacó los puntos principales sobre los que se desarrollará la discusión en el aula, teniendo en cuenta los textos escritos de los Padres Sinodales, enviados a la Secretaría general del Sínodo antes del inicio de los trabajos. 
Durante estas dos semanas, se reúnen en el Vaticano cardenales, obispos, sacerdotes y laicos para afrontar el tema elegido por Francisco para este Sínodo "Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización". 
En primer lugar, la relación del cardenal Erdö invita a mirar a la familia con esperanza y misericordia, anunciando su valor y su belleza, ya que, a pesar de las muchas dificultades, no es un "modelo fuera de curso"
El cardenal afirma que vivimos en un mundo solamente de emociones, en el que la vida "no es un proyecto, sino una serie de momentos" y "el compromiso estable parece temible" para el ser humano, al que el individualismo ha hecho muy frágil. Pero es precisamente aquí, frente a estos "signos de los tiempos" que el evangelio de la familia se presenta como un "remedio", una "verdad medicinal", que hay que proponer ''poniéndose en el lugar de aquellos a quienes más les cuesta reconocerla como tal y vivirla''.
Por eso dice no al "catastrofismo o a la abdicación" dentro de la Iglesia. ''Existe un patrimonio de fe claro y ampliamente compartido'', observa. Por ejemplo, las ideologías tales como la teoría del género o la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio entre hombre y mujer no gozan de consenso entre la gran mayoría de los católicos, mientras que el matrimonio y la familia siguen considerándose ampliamente vistos como un ''patrimonio'' de la humanidad, que se debe proteger, promover y defender.
Ciertamente, entre los creyentes, la doctrina es a menudo poco conocido o practicada, pero "esto no significa que se ponga en tela de juicio".
Esto vale en particular, por lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y su sacramentalidad entre los bautizados. No se cuestiona la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio en cuanto tal, es más, queda incontestada y en gran parte es observada en la praxis pastoral de la Iglesia con las personas que han fracasado en su matrimonio y que buscan un nuevo inicio. Por tanto, precisa el cardenal, en este Sínodo no se discute sobre las cuestiones doctrinales, sino sobre las cuestiones prácticas --inseparables, por otro lado, de las verdades de la fe--, de naturaleza exquisitamente pastoral.
De ahí --prosigue la relación del purpurado-- la necesidad de una mayor formación, especialmente para los novios, para que sean plenamente conscientes tanto de la dignidad sacramental del matrimonio, basado en la "unicidad, fidelidad y fecundidad", tanto de su ser "una institución de la sociedad."
Aunque amenazado por "factores disgregadores", tales como el divorcio, el aborto, la violencia, la pobreza, el abuso, "la pesadilla" de la precariedad, el desequilibrio causado por las migraciones, la familia es siempre una "escuela de humanidad", explica el cardenal Erdö. ''La familia es casi la última realidad humana acogedora en un mundo determinado casi exclusivamente por las finanzas y la tecnología. Una nueva cultura de la familia puede ser el punto de partida para una renovada civilización humana'', observa.
El cardenal indica que por eso la Iglesia sostiene a la familia concretamente, incluso si dicha ayuda ''no puede prescindir de un compromiso eficaz de los Estados'' en la tutela y promoción del bien común, mediante políticas adecuadas.
Mirando, más tarde, a los que viven en situaciones maritales difíciles, el cardenal Erdö hace hincapié en que la Iglesia es una "casa paterna" para ellos y con ellos es necesaria ''una acción de pastoral familiar renovada y adecuada'' sobre todo para que se sientan amados por Dios y por la comunidad eclesial, en una perspectiva misericordiosa que no cancele sin embargo, "la verdad y la justicia". Por tanto, el relator subraya que la misericordia tampoco anula los compromisos que nacen de las exigencias del vínculo matrimonial. Éstos siguen subsistiendo incluso cuando el amor humano se ha debilitado o ha cesado. Esto significa que, en el caso de un matrimonio sacramental (consumado), después de un divorcio, mientras el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo matrimonio reconocido por la Iglesia'.
Por otra parte, dada la diversidad de situaciones - divorcio, matrimonio civil, convivencia - el cardenal Erdö destaca la necesidad de "directrices claras" para que los pastores de las comunidades locales puedan ayudar concretamente a las parejas en problemas, evitando las improvisaciones de una “pastoral casera”. En cuanto a la situación divorciados vueltos a casar civilmente, el purpurado observa que crearía confusión ''concentrarse sólo en la cuestión de la recepción de los sacramentos'': es necesario, en cambio mirar a un contexto más amplio, de preparación al matrimonio y de ayuda- no burocrática, sino pastoral- a los cónyuges para ayudarles a entender las razones del fracaso del primer matrimonio, y identificar elementos útiles para la invalidez. De este modo afirma que "hay que tener en cuenta la diferencia entre quien culpablemente ha roto un matrimonio y quien ha sido abandonado. La pastoral de la Iglesia debería hacerse cargo de estas personas de modo particular''.
No sólo eso, teniendo en cuenta la escasa conciencia que existe hoy del sacramento del matrimonio y la difusión de la mentalidad partidaria del divorcio, ''no parece imprudente'', considerar que no pocos matrimonios celebrados en la Iglesia pueden resultar no válidos. De ahí, la sugerencia del texto del cardenal, de reconsiderar, en primer lugar, la obligatoriedad de la doble sentencia conforme a la declaración de nulidad del vínculo matrimonial siempre y cuando se eviten ''el mecanicismo y la impresión de la concesión de un divorcio'' o "soluciones injustas y escandalosas". En este ámbito, dice el purpurado, "es necesario examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter penitencial".
En la última parte del documento del cardenal Erdö se centra en el Evangelio de la vida: la existencia va desde la concepción hasta la muerte natural. Por eso añade que la apertura a la vida es "una parte esencial, una exigencia intrínseca" del amor conyugal, mientras que hoy en día, sobre todo en Occidente , las parejas que eligen deliberadamente no tener hijos, o las que hacen de todo por tenerlos se ven aplastadas por la propia capacidad de autodeterminación.
"La acogida de la vida, el asumirse responsabilidades en orden a la generación de la vida y al cuidado que ésta requiere, sólo es posible si la familia no se concibe como un fragmento aislado, sino que se percibe insertada en una trama de relaciones", explica el purpurado. Por eso, "es cada vez más importante no dejar a la familia o a las familias solas, sino acompañar y sostener su camino. De este modo advierte que detrás de las tragedias familiares con mucha frecuencia hay una desesperada soledad, un grito de sufrimiento que nadie ha sabido escuchar.
Asimismo destaca la importancia "recuperar el sentido de una solidaridad difusa y concreta'' superar la "privatización de los afectos" que vacía de sentido a la familia y la confía a la decisión del individuo; es necesario crear en el plano institucional, las condiciones que facilitan la acogida de un niño y la asistencia a un anciano, como ''un bien social que hay tutelar y favorecer''. Por su parte, la Iglesia debe cuidar de modo particular la educación de la afectividad y de la sexualidad, explicando su valor y evitando la "banalización y la superficialidad''.
Para concluir el cardenal Erdö,  habla del desafío del Sínodo que es lograr proponer ''más allá del círculo de los católicos practicantes y, considerando la situación compleja de la sociedad'', el ''atractivo'' del mensaje cristiano respecto al matrimonio y la familia, dando respuestas verdaderas e impregnadas de caridad'', porque ''el mundo necesita a Cristo''.
El cardenal Peter Erdö, relator general del Sínodo de los Obispos, fue el encargado de dar la relación previa a la discusión de los trabajos que iniciaron este lunes y finalizaran el domingo 19 de octubre. Durante estas dos semanas, se reúnen en el Vaticano cardenales, obispos, sacerdotes y laicos para afrontar el tema elegido por Francisco para este Sínodo "los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización". 
La Relatio ante disceptationem del cardenal Erdö, destacó los puntos principales sobre los que se desarrollará la discusión en el aula, teniendo en cuenta que esta intervención tiene en cuenta los textos escritas de los Padres Sinodales, enviadas a la Secretaría general del Sínodo antes del inicio de los trabajos. 
En primer lugar, la relación del cardenal Erdö invita a mirar a la familia con esperanza y misericordia, anunciando su valor y su belleza, ya que, a pesar de las muchas dificultades, no es un "modelo fuera de curso". El cardenal afirma que vivimos en un mundo solamente de emociones, al, en el que la vida "no es un proyecto, sino una serie de momentos" y "el compromiso estable parece temible" para el ser humano, al que el individualismo ha hecho muy frágil. Pero es precisamente aquí, frente a estos "signos de los tiempos" que el evangelio de la familia se presenta como un "remedio", una "verdad medicinal", que hay que proponer ''poniéndose en el lugar de aquellos a quienes más les cuesta reconocerla como tal y vivirla''.
Por eso dice no al "catastrofismo o a la abdicación" dentro de la Iglesia. ''Existe un patrimonio de fe claro y ampliamente compartido'', observa. Por ejemplo, las ideologías tales como la teoría del género o la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio entre hombre y mujer no gozan de consenso entre la gran mayoría de los católicos, mientras que el matrimonio y la familia siguen considerándose ampliamente vistos como un ''patrimonio'' de la humanidad, que se debe proteger, promover y defender. Ciertamente, entre los creyentes, la doctrina es a menudo poco conocido o practicada, pero "esto no significa que se ponga en tela de juicio". Esto vale, en particular, por lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y su sacramentalidad entre los bautizados. No se cuestiona la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio en cuanto tal, es más, queda incontestada y en gran parte es observada en la praxis pastoral de la Iglesia con las personas que han fracasado en su matrimonio y que buscan un nuevo inicio. Por tanto, precisa el cardenal, en este Sínodo no se discute sobre las cuestiones doctrinales, sino sobre las cuestiones prácticas --inseparables, por otro lado, de las verdades de la fe--, de naturaleza exquisitamente pastoral.
De ahí --prosigue la relación del purpurado-- la necesidad de una mayor formación, especialmente para los novios, para que sean plenamente conscientes tanto de la dignidad sacramental del matrimonio, basado en la "unicidad, fidelidad y fecundidad", tanto de su ser "una institución de la sociedad." Aunque amenazado por "factores disgregadores", tales como el divorcio, el aborto, la violencia, la pobreza, el abuso, "la pesadilla" de la precariedad, el desequilibrio causado por las migraciones, la familia es siempre una "escuela de humanidad", explica el cardenal Erdö. ''La familia es casi la última realidad humana acogedora en un mundo determinado casi exclusivamente por las finanzas y la tecnología. Una nueva cultura de la familia puede ser el punto de partida para una renovada civilización humana'', observa.
El cardenal indica que por eso la Iglesia sostiene a la familia concretamente, incluso si dicha ayuda ''no puede prescindir de un compromiso eficaz de los Estados'' en la tutela y promoción del bien común, mediante políticas adecuadas.
Mirando, más tarde, a los que viven en situaciones maritales difíciles, el cardenal Erdö hace hincapié en que la Iglesia es una "casa paterna" para ellos y con ellos es necesaria ''una acción de pastoral familiar renovada y adecuada'' sobre todo para que se sientan amados por Dios y por la comunidad eclesial, en una perspectiva misericordiosa que no cancele sin embargo, "la verdad y la justicia". Por tanto, el relator subraya que la misericordia tampoco anula los compromisos que nacen de las exigencias del vínculo matrimonial. Éstos siguen subsistiendo incluso cuando el amor humano se ha debilitado o ha cesado. Esto significa que, en el caso de un matrimonio sacramental (consumado), después de un divorcio, mientras el primer cónyuge siga con vida, no es posible un segundo matrimonio reconocido por la Iglesia'.
Por otra parte, dada la diversidad de situaciones - divorcio, matrimonio civil, convivencia - el cardenal Erdö destaca la necesidad de "directrices claras" para que los pastores de las comunidades locales puedan ayudar concretamente a las parejas en problemas, evitando las improvisaciones de una “pastoral casera”. En cuanto a la situación divorciados vueltos a casar civilmente, el purpurado observa que crearía confusión ''concentrarse sólo en la cuestión de la recepción de los sacramentos'': es necesario, en cambio mirar a un contexto más amplio, de preparación al matrimonio y de ayuda- no burocrática, sino pastoral- a los cónyuges para ayudarles a entender las razones del fracaso del primer matrimonio, y identificar elementos útiles para la invalidez. De este modo afirma que "hay que tener en cuenta la diferencia entre quien culpablemente ha roto un matrimonio y quien ha sido abandonado. La pastoral de la Iglesia debería hacerse cargo de estas personas de modo particular''.
No sólo eso, teniendo en cuenta la escasa conciencia que existe hoy del sacramento del matrimonio y la difusión de la mentalidad partidaria del divorcio, ''no parece imprudente'', considerar que no pocos matrimonios celebrados en la Iglesia pueden resultar no válidos. De ahí, la sugerencia del texto del cardenal, de reconsiderar, en primer lugar, la obligatoriedad de la doble sentencia conforme a la declaración de nulidad del vínculo matrimonial siempre y cuando se eviten ''el mecanicismo y la impresión de la concesión de un divorcio'' o "soluciones injustas y escandalosas". En este ámbito, dice el purpurado, "es necesario examinar más en profundidad la praxis de algunas de las Iglesias ortodoxas, que prevé la posibilidad de segundas nupcias y terceras connotadas por un carácter penitencial".
En la última parte del documento del cardenal Erdö se centra en el Evangelio de la vida: la existencia va desde la concepción hasta la muerte natural. Por eso añade que la apertura a la vida es "una parte esencial, una exigencia intrínseca" del amor conyugal, mientras que hoy en día, sobre todo en Occidente, las parejas que eligen deliberadamente no tener hijos, o las que hacen de todo por tenerlos se ven aplastadas por la propia capacidad de autodeterminación. "La acogida de la vida, el asumirse responsabilidades en orden a la generación de la vida y al cuidado que ésta requiere, sólo es posible si la familia no se concibe como un fragmento aislado, sino que se percibe insertada en una trama de relaciones", explica el purpurado. Por eso, "es cada vez más importante no dejar a la familia o a las familias solas, sino acompañar y sostener su camino. De este modo advierte que detrás de las tragedias familiares con mucha frecuencia hay una desesperada soledad, un grito de sufrimiento que nadie ha sabido escuchar.
Asimismo destaca la importancia "recuperar el sentido de una solidaridad difusa y concreta'' superar la "privatización de los afectos" que vacía de sentido a la familia y la confía a la decisión del individuo; es necesario crear en el plano institucional, las condiciones que facilitan la acogida de un niño y la asistencia a un anciano, como ''un bien social que hay tutelar y favorecer''. Por su parte, la Iglesia debe cuidar de modo particular la educación de la afectividad y de la sexualidad, explicando su valor y evitando la "banalización y la superficialidad''.
Para concluir el cardenal Erdö,  habla del desafío del Sínodo que es lograr proponer ''más allá del círculo de los católicos practicantes y, considerando la situación compleja de la sociedad'', el ''atractivo'' del mensaje cristiano respecto al matrimonio y la familia, dando respuestas verdaderas e impregnadas de caridad'', porque ''el mundo necesita a Cristo''.


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