miércoles, 30 de noviembre de 2016

VIDA DE FAMILIA. SALIR DE NOSOTROS.

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Soy hijo único, y de la vida he tenido de todo. De pequeño siempre fui buscando cosas nuevas y nuevas emociones, que al final, no me agradaron.
Llegando a los últimos años de la EGB, me sentía el dueño del mundo, no soportaba a mis compañeros que tenían dificultades, más bien sus problemas me fastidiaban. 
Sin embargo, un día, me sentí implicado por el clima que se creó en clase durante la lectura de “chicos fuertes”.
De la red

Mis compañeros, estimulados por la profesora, parecían como enloquecidos, y decidieron pasar página, y de ayudarse recíprocamente. 
Al principio no lograba entender lo que pasaba: fue difícil para mí, que estaba siempre al centro de la atención, como ayudar los otros. 
Pero las iniciativas que se llevaron adelante, en clase, agradaron a todos: cada mañana había un compañero que se preocupaba de amigo con problemas, y todos competían para ahorrar por ejemplo, el dinero de las patatas y de las golosinas para adoptar un niño a distancia. 
Por no hablar de la euforia que se creó por la Feria de la primavera. 
No os digo la rabia que sentía, sólo yo estaba triste. 
Un día la profesora de italiano me pidió que hiciera dibujos para el periódico para niños de la clase. 
Al leer las experiencias de mis compañeros quedé muy tocado: estaban felices por las pequeñas cosas, porque descubrieron que hay más alegría en dar que en recibir. 
Desde aquel día mi vida es cambió, me abrí a los demás. 
Ahora estoy ayudando a mi amigo Federico. 
A menudo renuncio a hablar yo, para explicarle los ejercicios de análisis lógica o los teoremas de matemáticas. 
Todo esto no me pesa, más bien me llena de alegría. He entendido que para ser feliz es necesario aprender a amar a los demás. 
He cambiado.
Fuente:  www.cittanuova.it

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